Tributo a la memoria de un hombre lúcido y de buen humor: Fontanarrosa
Wednesday 1 August 2007
In memoriam
Tributo a la memoria de un hombre lúcido y de buen humor: Fontanarrosa
Para la gente de mi generación (la más peligrosa que ha producido este país), Fontanarrosa llegó siguiendo el camino de Mafalda (el personaje de Quino), en los libros de editorial La Flor. Estos libros se conseguían en la librería Continental (hoy también fallecida), donde le fiaban a uno si era de buena familia. También apareció Fontanarrosa en las páginas del suplemento literario de El Tiempo, cuando éste existía. En otras palabras, Fontanarrosa nos llegó cuando se podía existir en buena forma. Y cuando Boogie el aceitoso, ese excombatiente de Viet-nam (su primera tira cómica reconocida), era una premonición a todo lo que sucede ahora. Claro que Roberto Fontanarrosa no se clasificaba en el orden de los profetas sino en el de los ex-poetas. Ya se sabe que cuando un pretendiente a poeta reconoce que ese no es su oficio, la estética se enriquece o al menos se mantiene limpia. Esto lo aclaro porque hay tanto poeta malo (no encuentro palabra equivalente) que uno no sabe si tratan de hacer versos o son parte del nuevo terrorismo.
Creo más en esto último. De todas formas, Fontarrosa adivinó: no se avecinaban buenos tiempos. Y como de estos asuntos (la realidad maltratada) daban noticia los periódicos, creó una especie de contrapunto a Boogie: Inodoro Pereyra, el renegau, un gaucho asoleado que andaba por la pampa en compañía de Mendieta, el perro filosofante. Dibujando la violencia y el aburrimiento, el absurdo cotidiano y la realidad fragmentada, así nos llegó Fontanarrosa. Y su llegada debió poner en guardia a una buena cantidad de gente. Supongo que leer a Fontanarrosa fue pecado, no sé si venial o mortal.
Porque si pecado es todo aquello que va contra la naturaleza, "El Negro" iba con todo contra esa naturaleza inventada que se llama crecimiento personal, donde se niega lo que existe. Iba contra Deepak Chopra y CIA, grupo extraño este que, a través de daños neuronales severos o de sistemas de tortura sofisticados, intenta escapar de la realidad o dañarla al mayor punto posible. O que vuelan, para peligro de tanto avión y pájaro que hay en el aire. Frente a estos asuntos, Fontanarrosa hacía un chiste, que es la mejor forma de reconocer la existencia de la realidad, como dice Sigmund Freud, de quien corre la voz de que ha sido refutado para no tener que leerlo ni entenderlo.
Con los días, Fontanarrosa nos fue aportando, además de dibujos, libros de cuentos y novelas de humor. Siempre se reía el "negro". Recuero que se burló del fútbol, de los terroristas, de Astor Piazzolla, del mundo Light argentino, de los que viven del cuerpo, de las dietas exitosas, de los políticos con síndrome de Lampedusa, de los espiritualistas rabiosos y de todo lo podrido, lo que se le atravesara a su paso. Y no porque fuera un resentido sino porque le estaban dañando la realidad.
O sea que le hizo caso a la campaña de mantener limpia la calle y la casa. Y el cerebro donde, según he leído, cabe la cantidad de basura que se quiera. Parece que la caja craneana es infinita es esto de albergar todo lo que no sirve, lo que la hace un recipiente peligroso. Por esta razón y por otras (siempre hay razones de más), la muerte de Fontanarrosa es un descanso para sus adversarios, un gol a favor, una "evidencia" de que Dios lo castigó. Porque a la gente que critica con inteligencia siempre la castiga Dios, lo que me parece muy raro, ya que entonces Dios se debería castigar a sí mismo. Esto en el supuesto de que estemos hablando del mismo Díos, que si bien es uno, tiene versiones que se contradicen. O sea, no ha podido ser ese Uno que se pregona. Espero que lo matemáticos puros entren en el debate, enredándolo más.
Escribir sobre Fontanarrosa me ha puesto burlón y cínico. Y de cierta manera triste, porque uno no debe hablar de la gente cuando se muere sino cuando está viva. Hablar de un muerto es aprovecharse de él, no permitirle que opine sobre lo que se dice, negarle el derecho defenderse o a que se asuste. Uno, a un muerto puede inventarle la vida, sus opiniones, incluso pecados o virtudes que nunca ejerció.
De muertos con vidas inventadas estamos llenos: personas que aún en la muerte evaden la realidad. Pero bueno, he hablado de Fontanarrosa haciéndome a la idea de que no está muerto sino vivo en mi biblioteca, en sus dibujos relatos, en la prosa burlona y la conclusión severa, inesperada, real. Y si aún así sigue muerto (lo que evidentemente es posible), entonces sigue ahí. Espero que mi memoria no lo olvide, porque ahí si lo mato del todo.
De "El negro" Fontanarrosa recuerdo un dibujo que hizo para ilustrar el trabajo de grado de Margarita Orozco, periodista que hoy es profesora: ese dibujo representaba a la puta más famosa de Rosario (Argentina). Era un dibujo original y mostraba una mujer decadente, pero al mismo tiempo activa. Ese dibujo me gustó mucho. Ahí se representaba a alguien que no quería morir. Esto que he acabado de escribir no es ninguna metáfora. Es lo que han tratado de sacar de la calle Carabobo (hoy bulevar) sin lograrlo. Como he dicho, la realidad no se burla.
José Guillermo Ánjel.
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