lunes, 20 de septiembre de 2010
La censura en el humor gráfico latinoamericano
Nota de Ana von Rebeur en revista " La Mujer de mi Vida"- Año 4 - Número 38
http://www.lamujerdemivida.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=145
La censura en el humor gráfico latinoamericano
Por Ana von Rebeur
¿Existe el humor gráfico libre? ¿Se censura el humor en Argentina y en Latinoamérica? ¿Los humoristas gráficos pueden dibujar lo que se les da la gana? Entretelones de un oficio difícil.
¿El humor político está en vías de extinción?
El humor de calidad siempre hace pensar después de la sonrisa. Y bien sabemos que pensar es una actividad no bienvenida por gobernantes que someten a la ciudadanía a paupérrimos programas culturales, y bajísimos presupuestos educativos. Ellos prefieren que nadie piense, así nadie opina. Por eso mismo, en Latinoamérica el humor de calidad está en severo riesgo de extinción. La historia del humor grafico en Latinoamérica se narra a partir de las revistas de humor que han sido los órganos de resistencia contra las brutales dictaduras de los años '60, '70 y '80. Cuando los otros medios de expresión están cercenados, el humor se las rebusca para seguir diciendo algo prohibido, y escaparle a la censura con metáforas visuales causando el deleite del lector al ver que por lo menos alguien se anima a contar verdades a través de una caricatura o un chiste. Las revistas que hicieron esto vendieron tiradas récords. Con la caída de los gobiernos militares y la llegada de la democracia, la mayoría de las revistas de humor latinoamericanas fueron desapareciendo. Podría pensarse que, gracias a la libertad imperante, ya no se precisa del humor como manera de señalar con ojo satírico lo que anda mal. Desgraciadamente, no es éste el caso.
Censurocracia latina
Lo que en cambio sucedió es que el humor perdió fuerza, debido a un acomodamiento constante de los dibujantes por complacer el gusto de los editores. Los editores de hoy dejan claro que prefieren un humor ingenuo y no contestario a un humor que satirice los problemas políticos y sociales. Con el primero, no corren riesgo alguno. Con el segundo, podrían tener problemas legales, podrían perder los auspicios del gobierno y se les podría cortar la provisión de papel, cuyo monopolio posee el Estado en muchos países.
De este modo, los mismos artistas se cuidan mucho de decir algo incorrecto. Los puestos de trabajo como dibujante son pocos y todos saben que pueden ser despedidos por un sólo dibujo que ponga el dedo en la llaga. Por eso, ni siquiera hace falta que nadie los censure: los dibujantes, por puro instinto de supervivencia, se censuran a sí mismos eligiendo enviar adrede el chiste más inocente, que pasará todos los filtros editoriales. Por eso hoy impera el humor absurdo, delirante o infantil enfocado en situaciones cotidianas, mientras que desaparece el humor social, crítico y revulsivo.
La mayoría de los países latinoamericanos padecen democracias absolutistas dispuestas a cambiar las constituciones en pos de la eternización en el poder. Los diarios y revistas se pliegan a este afán de codicia y no les interesa ser una verdadera forma de expresión y denuncia, sino folletos publicitarios dispuestos a seducir a los anunciantes. A los dibujantes no se les pide que dibujen lo que piensan, sino que ilustren la línea editorial del medio donde trabajan, porque sólo eso será aceptado.
Los informes de Reporteros sin Fronteras (www.rsf.org) dicen que los países latinoamericanos sufren censura en la prensa, marcada por una tendencia de los gobiernos a castigar a todo aquel que denuncie casos de corrupción. Para canalizar la frustración de no poder decir lo que quieren en sus diarios y revistas, los dibujantes organizan concursos y salones de humor gráfico adonde los colegas envían sus obras censuradas, que llegan a ganar premios.
No es casual que estos salones estén cumpliendo la misma edad que los gobiernos democráticos.
Confundir crítica con oposición
La 44º Asamblea Extraordinaria de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas, ADEPA, realizada en septiembre de este año, concluyó que aunque en la Argentina hay libertad de prensa, "la actividad periodística se desarrolla con muchas dificultades". El titular de la entidad, Gustavo Vittori, señaló: "el gobierno confunde reiteradamente la crítica desde el periodismo con una práctica opositora".
Lo mismo sucede en Brasil, donde el dibujante Mauricio Pestana afirma que los editores "confunden el punto de vista humorístico con la crítica desde un partido opositorŠ ¡cuando yo no pertenezco a ningún partido!". Dado que los gobiernos suelen ser los principales proveedores de papel y también los propietarios de los medios, los humoristas deben cuidarse muy bien de los temas que tocan en sus chistes. Los que mandan los vigilan de cerca.
Para evitar prisiones y despidos, los dibujantes sudamericanos ya no se hacen más chistes sobre sus propios mandatarios, sino de alguno que vivan muy lejos. Bush es una "víctima" frecuente. Como ya nadie compra revistas para saber lo que opina la oposición -la oposición no opina, o no existe- las ventas de las revistas se han reducido. Por ende, las editoriales no dependen de la venta de ejemplares sino de la venta de la pauta publicitaria. Esto lleva a otro tipo de censura: la censura comercial, que implica no hablar de cosas que puedan ofender o espantar al posible anunciante.
Los dibujantes están siempre en la mira. Para colmo, sufren la competencia de las de las tiras de los syndicates estadounidenses, agencias de dibujos humorísticos que venden el mismo dibujo viejo a miles de diarios de todo el mundo, a precio irrisorio. De este modo no hay diario latino que no llene su página de humor con historietas importadas como Garfield, Blondie, Calvin & Hobbes, El Hombre Araña u Olaf el Vikingo, con garantía de cero molestia al gobierno de turno. Pero más vale que compren ese tipo de humor a los artistas locales, antes a que se los sigan comprando al King Features Syndicate.
Cuidado con los humoristas
La humorista uruguaya Raquel Orzuj -representante de la organización de humoristas Witty World y miembro de FECO Argentina -dice que "la línea editorial de cada medio destruye la creatividad y llega a una situación donde se aburren tanto el dibujante como el lector".
El dibujante carioca Renato Alarcao -quien publica en el periódico Folha de São Paulo- opina que "el público está como anestesiado. La corrupción ya no alarma a nadie aquí, es como un chiste viejo y repetido". El paulista José Alberto Lovetro ("Jal") fue censurado muchas veces en los '80, por hacer chistes sobre corrupción o satirizar al intendente de San Pablo "que yo no sabía que era amigo del cardiólogo del dueño del periódico donde yo trabajaba", explicó. El dibujante Mauricio Pestana dice que en Brasil no hay libertad de expresión: "El humor era la única manera viable de denunciar las violaciones a los derechos humanos, pero al acabarse las dictaduras, el derecho a la denuncia fue rechazado y en todas partes comencé a escuchar frases como 'muy bueno, pero no se ajusta a nuestra línea editorial¹", dice Pestana. "Si como yo veo las cosas no parece válido para un editor, eso afecta mi libertad de expresión."
El mencionado Jal cita una frase del dibujante Millôr: "Cuando un asunto cae en manos de los humoristas, ya no tiene salvación". Y agrega Jal: "La función del humor es cuestionar al poder en todo momento. Por eso, es altamente revolucionario". Pero en la Latinoamérica de hoy, revolución es mala palabra.
Efecto Tequila
En México los medios dependen de la pauta publicidad del gobierno: sin ella, perecen. Pese a que México cuenta con muchísimos periódicos de los estados del interior, estos pequeños medios gráficos son los mas vulnerables a las presiones del poder.
El diario Noticias de Oaxaca, México, fue clausurado por el gobernador José Murat por un chiste que no le gustó. El tema tomó tal trascendencia en la prensa satírica en el resto del pais, que los dibujantes de varios estados fueron alertados por sus editores a no seguir tratando el tema. "La ventaja es que tenemos muchos medios donde expresarnos, y mientras a un colega se le prohíbe, el otro lo intenta otra vez" dice el dibujante mexicano Darío Castillejos. "Desde hace veinte años en México el estado es el único proveedor de papel prensa, y la televisión está monopolizada por el grupo Televisa. Es un hecho que el periodismo no es imparcial, y los sobornos compran silencios."
En el Caribe te callas
Como el resto de los gobiernos latinoamericanos, el gobierno cubano también considera que el que no esté con él, está contra él. Eso hizo que Cuba sufriera una diáspora de dibujantes exilados en todas partes, como Aristides "Ares" Hernández o Ángel Boligán en México, Alén Lauzán en Chile, Ángel "Gélico" Fernández en Canadá u Osmani Simanca en Brasil. Son creadores hábiles en la capacidad de sortear la censura con una mirada sutil. "Pero en Cuba no se tolera una sola crítica a la revolución, y mucho menos un dibujo humorístico", dice Gélico. "Estuve detenido dos días en 1993 por exhibir una caricatura de Fidel y Raúl Castro. Desde ese día, fui despedido de todos los diarios y revistas donde trabajaba, lo que me forzó a emigrar."
En Costa Rica, Oscar Sierra Quintero, director de la organización de dibujantes La Pluma Sonriente, fue despedido del diario Prensa Libre en 2003 -donde trabajaba desde hacía cuatro años- por hacer un chiste sobre Bush en Irak. No fue indemnizado y sufrió tal ostracismo en los medios costarricenses que sólo pudo conseguir trabajo en el diario La Prensa de Nicaragua.
En Panamá, en 2001, el dibujante Julio Briceño ("Rac") del diario La Prensa fue demandado por el ex vice-presidente Ricardo Arias Calderón por un millón de dólares por sugerir que traicionaba a sus propios principios favoreciendo al partido opositor, el PRD. En junio pasado hubo una masiva manifestación de periodistas contra la "ley mordaza" que duplica las penas por el delito de "calumnias" y el delito de "injurias", una idea que también parece querer adoptar el gobierno venezolano, para quien, el que no lo alaba es "un irrespetuoso". Rac opina que "demandar a un caricaturista es demandar una opinión. Los políticos pierden de vista que el alma de la caricatura es la crítica. Las caricaturas tienen que ser sarcásticas, mordaces; ser como una especie de estilete que entra y sale y deja la herida, pero la herida no la deja en el honor, sino en el orgullo. El caricaturista para el político viene siendo como la kriptonita para Superman".
Censura andina
El humorista gráfico peruano Omar Zeballos dice que la mayoría de sus colegas trabaja ilustrando la opinión editorial del dueño del periódico, aunque no coincidan con ella. El dibujante peruano Álvaro Portales ("Maldoror") trabaja en el periódico Perú 21, haciendo viñetas políticas. Una de las primeras medidas del presidente Alan García fue proponer el debate de imponer pena de muerte a los violadores de menores. El chiste que creyó que saldría publicado pues mejor sintetizaba esa idea fue rechazado de plano. Y Maldoror vive sufriendo censuras reiteradas en temas internacionales como el conflicto entre Israel y el Líbano En Chile, el humor de El Mercurio sigue en mano de las inocentes tiras americanas y de dibujantes como Jimmy Scott, que no hace humor político. El dibujo sigue vivo en revistas de cómics de aventuras, ciencia ficción y crípticas historias punks. Pero, como dice una columna del sitio web sevillano Tebeosfera "hay un sentimiento generalizado de desazón. Los dibujantes luchan, qué alternativa tienen. Y luchan con sus revistas autogestionadas. Sin lograr desplegarse, a pesar de los esfuerzos".
Mejor no opines en Colombia
A fines de los '90, un coche bomba estalló frente a las oficinas del diario El Espectador, el único opositor a las mafias de los narcos. Por su parte, el dibujante Chento satirizaba a las alianzas del gobierno con los narcos en el diario El Tiempo. En cuanto la Sociedad Interamericana de Prensa premió a Chento, el dibujante tuvo que huir del país. Y en El Tiempo ya no hay más viñetas humorísticas mofándose de la extrema derecha y de los narcogobernantes.
Nani Mosquera, dibujante colombiana residente en España, dice que hacer humor en Colombia es un trabajo para los más valientes. "Los más grandes dibujantes colombianos se autocensuran para preservarse. Todos saben que tienen ideas más audaces que no pueden publicar." En 1999 fue asesinado el comediante televisivo Jaime Garzón, hermano del dibujante humorístico Alfredo Garzón, ambos especializados en sátira política. El dibujante Alfin, del diario El Nuevo Siglo, tuvo que huir al exterior luego de recibir reiteradas amenazas. "Los dibujantes dan la alegría de animarse a decir lo que la mayoría de la gente no se anima a pensar, pero en Colombia uno arriesga la vida al opinar" afirma Nani.
Una raza perseverante
La situación del continente es clara: los dibujantes no pueden hablar de lo que quisieran, sus mejores dibujos son rechazados para que aprendan de una vez qué se espera de ellos, y muchos pagan con prisión, demandas, multas y hasta con su vida la osadía de reírse de los que mandan. Así y todo, haciendo caso omiso de las leyes mordaza, las demandas y el exilio, muchos siguen convencidos de que la única manera en la que vale la pena seguir haciendo humor gráfico es señalar lo que falla en la sociedad y en darle a sus lectores el alivio de que alguien se anima a ponerle el cascabel al gato, explicándole al señor juez -como han hecho editores españoles de la revista granadina El Batracio Amarillo ante la corte-, que aquella cosa dibujada con moscas en la cabeza del funcionario no es de ninguna manera un montón de mierda sino un delicioso merengue. Así fueron absueltos. La creatividad al poder.
Etiquetas:
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